Mundo ficciónIniciar sesiónEl sol comenzaba a bajar, derramando sobre el mar un color que parecía inventado solo para esa tarde. Melissa corría descalza por la arena con un cubo azul que ya había perdido su forma original de castillo. El viento le enredaba el cabello, y su risa —esa risa pura que parecía venir de otro tiempo— llenaba el aire con algo que Marcus había olvidado sentir: paz.
Laila caminaba unos pasos detrás, observando cada movimiento con la mirada protectora que se aprende solo cuando se ama de verdad. Tenía los pies hundidos en la arena húmeda y una sonrisa quieta, de esas que no buscan ser vistas. Marcus, con la camisa arremangada y los pantalones remojados, la observaba de reojo más veces de las que se permitía.
Melissa se detuvo frente al agua y giró hacia ellos.







