Luna salió de su oficina, estiró los hombros y dejó escapar un suspiro. Había sido un día largo, lleno de decisiones y tensiones que no terminaba de comprender. Miró su reloj y frunció el ceño. Se había olvidado por completo de su compromiso con Emiliano.
Tomó su teléfono y llamó a Carmen, su asistente de confianza. No pasaron más de unos segundos antes de que ella apareciera en la puerta.
—Dígame, señorita Moretti.
—Mi tío y Emiliano Altamira ya se fueron?
—Aún no, señorita.
Antes de que Luna pudiera responder, la puerta se abrió suavemente. Emiliano asomó la cabeza con una sonrisa encantadora.
—Disculpen, la puerta estaba abierta.
—No se preocupe, Altamira. Pensé que ya se había ido.
—No, lo que pasa es que su tío me ofreció una oficina aquí en tu empresa. Me gustó mucho la idea de trabajar cerca de ustedes.
Luna arqueó una ceja, sorprendida.
—Bueno, si mi tío tomó esa decisión, sabrá el porqué.
Emiliano sonrió con encanto.
—Y... ¿estás lista para salir conmigo?
—Necesito cambiarme.