La brisa del bosque aún los envolvía cuando salieron del claro.
Sebastián ya los esperaba junto al auto, alerta, con la puerta trasera abierta.
Luna subió primero, en silencio, pero antes de cerrar la puerta miró por última vez los árboles, como si algo en su interior le dijera que su vida jamás volvería a ser igual. Y no se equivocaba.
Damián caminó con paso firme. Antes de entrar al auto, cruzó una mirada rápida con Sebastián.
No hicieron falta palabras. Ambos sabían lo que eso significaba: tenían que dejar a Luna a salvo y reagrupar la manada de inmediato.
Lo de esta noche no era un simple ataque. Era una advertencia.
Viktor había mandado a sus lobos a matar a Luna Moretti. Y eso tenía un solo propósito: guerra.
Damián entró al auto. Se acomodó en el asiento junto a Luna, sacudiendo las hojas secas de su chaqueta.
Sebastián cerró la puerta con firmeza y se dirigió al asiento del conductor.
Pero lo que ocurrió después tomó a Damián completamente por sorpresa.
Luna, sin decir palabra