Luna salió de su empresa con paso decidido. La tarde apenas caía, y su rostro, aunque elegante como siempre, mostraba algo más que firmeza: mostraba furia contenida.
Subió a su auto, encendió el motor con fuerza y, mientras conducía, murmuró para sí misma:
—Veamos qué me vas a decir cuando te enfrente, Damián Blackwood. Ya no puedes mentirme.
Las luces de la ciudad iban quedando atrás mientras se dirigía a la zona exclusiva donde se ubicaba la empresa de Damián. Al llegar, bajó de su auto sin titubeos y se quedó unos segundos frente al imponente edificio.
Era la primera vez que lo veía en persona.
Sus ojos se elevaron hacia la gran fachada iluminada con elegancia. El nombre Blackwood Interprecis brillaba con fuerza, acompañado por las palabras Seguridad Privada y Tecnología. Su piel se erizó.
—Así que este es tu mundo, Damián… —susurró entre dientes.
Se acercó a la entrada con paso firme, pero antes de que pudiera llegar a la puerta principal, un hombre alto, vestido con traje negro y