Antes de que la noche acabara, Esla logró escabullirse del palacio con sigilo y rapidez.
Su corazón latía con fuerza, impulsada por el instinto y la urgencia de salvar a la Luna madre.
Corrió a través del bosque hasta alcanzar la frontera, donde la amenaza Darkness se hacía palpable en el aire frío y denso.
A lo lejos, a la luz mortecina de la luna, divisó un auto negro detenido.
Dentro, Luna Syrah estaba cautiva, encadenada y vulnerable.
Los machos Darkness vigilaban con ojos llenos de hambre y ambición.
Sin dudarlo, Esla lanzó un bramido feroz que resonó como un trueno en la quietud de la noche.
—¡Liberen a Luna Syrah o aténganse a las consecuencias! —rugió, su voz cargada de autoridad y furia.
Los machos Darkness abrieron los ojos de par en par, reconociendo la amenaza con temor y respeto.
—¡Es la última loba dorada! —exclamaron, avariciosos y decididos.
Sin esperar más, se lanzaron contra Esla, una tormenta de colmillos y garras.
Pero ella, feroz y ágil, los enfrentó uno a uno.
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