Dakota Eloise Adams, o Eloise Adams como se hacía llamar desde que usaba el apellido de su madre, sonreía alegremente... hasta que llegaron al destino.
—¡Podrías haberme dicho que la fiesta sería en el Palacio Mayflower! —se mordía el labio inferior, visiblemente nerviosa—.
Elliot Blackston, con su clásica sonrisa cálida, replicó: —Te dije que eran extranjeros, ricos ¿qué diferencia hay? A este tipo de lugar acude el mismo tipo de personas. ¡Te ves hermosa, Eloise! ¡Eres la mujer más guapa que hay aquí!
Dakota sonrió nerviosa. —Este baile es demasiado para una simple asistente de investigación de Carolina del Norte.
—¡Tonterías! Eres muy inteligente, más que la mayoría de estas mujeres. Te ofrecí trabajo en la Oficina de Asuntos Exteriores, pero no quisiste. Tranquila. Tienes todo para estar aquí, entre la élite. Ven, te presentaré a todos.
—Te presento a Bastian Kourakis, empresario griego, un gran amigo mío. Por cierto, es viudo. Las mujeres de Estados Unidos lo extrañarán cuando se