La heredera olvidada
La heredera olvidada
Por: DiegoAlmary
Prólogo. El cambio.

19 años antes.

La tormenta azotó la ciudad con una violencia brutal, dentro del hospital, las paredes temblaron amenazando con ceder ante la ventisca y el ruido del techo se mezclaba con los gritos de ambas mujeres en la sala de parto.

Cuando Eva sintió que el cuerpo de su pequeña hija salió de su cuerpo lanzó un último grito de dolor y luego dejó caer la cabeza.

Las luces del hospital titilaron con un fuerte relámpago y ella miró a su bebé.

— ¿Cómo está? — preguntó con la respiración agitada y el doctor la miró, lucía pálido.

— La bebé tiene un problema, la llevaremos a la sala de neonatos.

— ¡Espere! — gritó Eva —. Déjeme verla — la enfermera la mostró, era muy pequeña, del cabello oscuro. Luego se la llevaron.

Las luces titilaron de nuevo, la tormenta en vez de mermar aumentaba cada minuto.

Eva se puso de pie, casi no tenía fuerzas, pero se vistió lo mejor que pudo y se puso de pie. A su lado, y sólo separada por una cortina otra mujer dio un último grito antes de que su bebé llorara fuerte y saludable y Eva la miró por entre la cortina.

El esposo estaba con ella, se veía como un hombre alto y millonario de traje fino hecho a medida. La enfermera sostuvo a la bebé, Eva vio su brillante cabello rubio.

— Lo siento, con esta tormenta deberé llevarme a la bebé — dijo y salió con la otra bebé y la mujer la llamó, pero no contestó.

Cuando Eva salió al pasillo, se encontró con el doctor que la miró asustado.

— Señora, debe descansar.

— ¿Qué tiene mi bebé? — le preguntó ella y el doctor la tomó por los hombres.

— Es un problema cardiaco, pero deberá ser operada cuanto antes si desea que sobreviva — Eva se sintió morir. Su esposo no estaba, de seguro, atrapado en el tráfico de la tormenta.

— Pero, no tengo dinero para pagar una cirugía de ese calibre.

— Tiene que encontrar el dinero, hay que operar hoy mismo y si todo sale bien cuando la niña tenga diez años de nuevo — a Eva no le importó la cirugía en diez años, le importaba la de ahora, ¿qué podía hacer? Su hija moriría, no tenían el dinero para pagar tal operación.

El doctor la dejó en la camilla y salió. Eva escuchó llorar a la mujer del millonario al lado.

— No me dejaron verla siquiera — le decía a su esposo.

— Tampoco la vi, pero tenían que ponerla a salvo de la tormenta — un fuerte rayo cortó la electricidad del hospital y todo se tornó oscuridad.

Eva se puso de pie y encendió una vela que encontró a su lado y salió de la habitación.

Todo era un caos, las personas corrían de un lado para otro, el viento quitó parte del techo y ella aprovechó la confusión para entrar a la sala de neonatos.

Solo había dos bebés, su hija y la hija de los millonarios.

Abrió la incubadora y la observó, su hija tenía la piel muy pálida y se veía enferma. No podía dejarla morir, no podía hacerlo.

Le dio un último beso de despedida y la cargó hasta la incubadora de la otra niña y con cuidado cambió el costoso trajecito de la niña millonaria y se lo puso a la suya, luego cambió las etiquetas con los nombres.

— Lo siento — le dijo a su hija con lágrimas en los ojos —. Lo siento, pero es la única forma, ellos podrán pagar la cirugía y vivirás — luego miró a la otra bebé. 

Tenía que criar a esa niña como suya para que su hija pudiera vivir, pero no pudo ver más que un trozo de carne rubio y desagradable. 

La tomó con asco y la dejó en la incubadora que antes era de su hija.

Eva salió de la habitación con el corazón roto, pero había salvado la vida de su hija.

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