3| Rota.

Cuando Val despertó, lo primero que sintió fue una cálida manta sobre su cuerpo.

El dolor seguía en ella, le dolía respirar e incluso moverse, pero estaba realmente cómoda. Abrió los ojos con lentitud y descubrió un techo impolutamente blanco, con un candelabro de luces cálidas.

Estaba sobre una cama y había una sonda con suero pegada a su mano, estaba limpia y seca y al recordar todo lo que le había sucedido desde que su padre la empujó por las escaleras le pareció que había sido un mal sueño, una pesadilla. Pero el hecho de estar en una cama que no era la suya la hizo regresar a la realidad.

Cayó sentada de golpe, como si su cuerpo estuviera alerta a un ataque y miró alrededor. Desde donde estaba, se podía ver el mar a través de la ventana, eso significaba que no estaba lejos del centro de la ciudad.

— Al fin despiertas — le dijo una voz y Val se volvió para verlo, era un hombre alto, con el cabello y los ojos tan oscuros que era realmente intimidante. Le costó un poco reconocerlo, era el hombre que se había encontrado en la calle esa noche.

— ¿Quién es usted? — preguntó ella.

— Tú salvador, ¿No te das cuenta? — Val se sentó en la cama y bajó los pies, parecía curada de todas sus heridas.

— Yo… lo que dije anoche, no sé si es lo que quiero.

— ¿Te refieres a que quieres vengarte o a casarte conmigo? — las mejillas de Val se pusieron muy rojas.

— A ninguna de las dos.

— ¿Estás segura de eso? me lo confirmaste, y no fue anoche, fue hace tres noches — dio un paso al frente y Val retrocedió en la cama.

— ¿Llevo tres días dormida? — el hombre se sentó en una silla a su lado y la miró detenidamente, sus ojos eran tan oscuros…

— Sí, pero estás bien, los mejores médicos de la ciudad te han atendido — Val se sintió como secuestrada, observó una bata de dormir junto a la cama y la tomó, luego temió arrancarse la aguja y agarró la bolsa de suero y se puso de pie.

Un mareo la invadió cuando se levantó de la cama, pero salió de la habitación con pasos trémulos y el hombre salió tras ella.

— ¿Y a donde vas a ir?

— A casa.

— ¿Con tus padres maltratadores?

— No sé, deja de seguirme — Val estaba asustada de verdad.

— Tus padres biológicos te odian, no tienes a donde ir.

— Me quedaré en la calle entonces, usted es un desconocido…

— En la calle, donde el hombre que te encontró en el hospital te está buscando, el que te compró cuando Eva te vendió — Val se detuvo en seco en medio de un largo pasillo. Todo regresó a ella de golpe, el hospital, las palabras de su madre, que la había vendido…

— ¿Qué haré ahora? — el hombre la rodeó hasta que estuvo frente a ella.

— Vengarte. Yo te ayudaré, soy lo único que tienes ahora, pero si quieres mi ayuda, deberás casarte conmigo — a Val le parecía la cosa más absurda del mundo.

— ¿Por qué?

— Tengo mis razones, Valentina — su nombre en su voz la hizo estremecer — te he seguido la pista desde hace años, pero nunca había encontrado el momento de ayudarte.

— ¿No pudiste antes de que me empujaran por las escaleras, me vendieran y luego me humillaran? — él levantó el mentón.

— ¿Ves? Esa rabia, es lo que sientes, sé cómo hacer que se vaya.

— ¿Quién eres?

— Mi nombre es Gael Belmonte, y nos vengaremos juntos, te enseñaré algo que terminará por convencerte.

Gael Belmonte era un hombre adinerado, tenía una mansión grande con empleados y un auto lujoso en el que metió a Val y luego salió disparado por la carretera junto al mar.

— ¿A dónde vamos? — le preguntó Val.

— Ya te lo dije, te enseñaré quienes son los Vadell en verdad.

— No creo que me hubiesen mandado a matar como dijiste, yo soy su hija biológica — el hombre la miró con una intensidad que le hizo apartar la mirada.

— ¿Crees que les importa? — Val no contestó, sabía que no le importaba a nadie.

Cuando llegaron a la ciudad, Gael se detuvo frente a un enorme edificio de ventanas altas. Comenzaba a caer la noche.

— Esperalo en la entrada, sabrás que hacer — le dijo. Val se bajó del auto y caminó hacia la entrada. La ropa que Gael le había dado le quedaba un poco grande, eso la hizo ver mucho más pequeña de lo que en realidad era.

Se quedó en medio de la entrada sin saber bien qué esperar hasta que lo vio salir del ascensor y no pudo evitar reconocerse en él. Tenía su mismo cabello rubio, sus ojos verdosos, incluso la manía de apretar un puño al caminar.

Cuando pasó por su lado ni siquiera la miró, pero Val se aclaró la garganta.

— ¿Siempre lo supieron? — le preguntó a su padre biológico y el hombre se detuvo a mirarla.

— ¿Disculpe? — le preguntó, luego, en solo un segundo, reconoció de quien se trataba. Su cara palideció y sus labios se hicieron una línea apretada — ¿Qué haces aquí?

— Tenía que hablar contigo…

— Yo no tengo nada que hablar con una mujerzuela de la calle como tú.

— ¡Yo soy tu hija! — le gritó Val, su padre recortó la distancia y le cubrió la boca con su mano.

— No digas eso, no lo digas, tú no eres mi hija, no me importa que mi sangre corre por tus venas, dejaste de ser mi hija desde que pisaste ese barrio de mala muerte con esos ridículos vagabundos — Val lo empujó con fuerza.

— Usted es un monstruo — no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas, las personas que pasaban comenzaban a ver la situación y su padre comenzó a sentirse incómodo.

— Largo de aquí, no quiero volverte a ver, tú no eres mi hija, si se te ocurre regresar…

— ¿Vas a matarme? — Val sintió rabia en medio de su tristeza —. ¿Eso es lo que quieres para que no te avergüence en sociedad? — observó a su padre tal cual era, un desalmado millonario… sí, quería su venganza —. Cuando volvamos a vernos recordarás este momento y te arrepentirás.

— Nunca volveremos a vernos — le dijo él y se alejó.

Val regresó al auto de Gael con los ojos llenos de lágrimas, tenía rabia y miedo y también tristeza, nunca había tenido nada en la vida y aún así lo había perdido todo.

Justo antes de entrar al auto una mano firme se prendió de su muñeca y la sostuvo con fuerza. Cuando Val se volvió se encontró con el hombre que se la quiso llevar en el hospital.

— ¿Creíste que escaparías de mí? — le dijo —. A mi jefe nada ni nadie se le escapa, así que iremos ahora con él, pagó un alto precio por tu virginidad y la cobrará — Val trató de soltarse, pero el hombre era muy fuerte y comenzó a arrastrarla.

Gael salió del auto y se plantó frente al hombre que se levantó la camisa y le enseñó el arma que tenía en el pantalón.

— Quítate o te juro que te mato — Gael ladeó la cabeza.

— Ella viene conmigo — dio un paso al frente y el hombre sacó el arma —. ¿Crees que le tengo miedo a un arma? Sé diez formas diferentes de quitártela y hacer que te la tragues — el hombre trató de apuntarle, pero Gael le dio un puñetazo en el cuello que lo hizo caer al suelo sin respiración.

»— Dile a tu jefe que Valentina tiene quien la cuide ahora, que no es de su propiedad,  y que si tiene algún problema hable con Gael Belmonte — Val sintió una extraña calidez en el pecho. Gael la tomó de la mano y la metió al auto, luego arrancaron a toda velocidad.

— Gracias por defenderme.

— Yo sí te voy a proteger, Valentina, pero sabes bien lo que quiero a cambio.

— Que me case contigo — él asintió. Val se lo pensó, ¿Qué más podía hacer? ¿A dónde más podía ir? Había sufrido toda su vida, había sido tocada, golpeada y rechazada, vendida, amenazada de muerte y humillada… —. Lo haré, si me das mi venganza.

— La tendrás.

Esa misma noche, su cabello rubio se cubrió con un sencillo velo de novia, un vestido lindo y caminó sola al altar, que no era más que la oficina de un notario. Escuchó las palabras del hombre con resignación y cuando preguntó:

— Valentina Laszlo, ¿Aceptas a este hombre, Gael Belmonte, como tu legítimo esposo para amarlo, respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y la derrota, hasta que la muerte los separe?

Val contestó:

— Acepto.

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