2| La heredera olvidada.

Val sintió que perdió las fuerzas cuando la persona la tiró de la mano y la escondió en el callejón oscuro. trató de huir, pero la voz de la mujer que le habló se le hizo familiar.

— Hija, ¡soy yo!

— ¿Salma? 

Era su vecina, la única persona amable con ella.

— ¿Qué haces aquí? 

— Me enteré de todo, lo siento, todo el barrio cree que estás muerta, tus papás están en casa como si nada, pero tenemos que salir de aquí, tu mamá te vendió a un hombre millonario, tenemos que salir de aquí.

Con mucha dificultad la vecina la ayudó a salir del callejón del hospital sin ser vistas por los hombres que buscaban desesperados a Val  y cuando estaban en la calle la lluvia comenzó a caer. 

— No tengo a donde ir — dijo Val y Salma negó.

— Lo mejor es que vuelvas a casa con tus padres, a pesar de todo, cuando el policía vuelva debes estar ahí, él te ayudará — Val se limpió las lágrimas. 

— Ellos no son mis padres, quieren venderme — la expresión de su vecina se ensombreció. 

— ¿Qué? No esperaba que supieras esto.

— ¿Usted lo sabe? — le preguntó Val sacudiéndola por los hombros y la vecina asintió. 

— Lo supe desde siempre, Val, lo siento muchísimo. 

Val no podía creerlo, empujó a la mujer, la lluvia le golpeó la cara y no pudo distinguir las lágrimas que se confundían con el agua.

— Hija, todo es mi culpa, no tuve el valor para contarte la verdad porque mi marido…

— No quiero saber. Déjeme en paz.

— Escúchame, solo una cosa. Sé cuál es tu verdadera familia.

Valentina abrió los ojos sorprendida. 

— ¿Ellos también lo saben? 

— No lo sé, pero si quieres te digo donde viven, su apellido es Vadell .

— Los Vadell — murmuró Val. La vecina le escribió en el brazo la dirección y le dio un beso de despedida —. No le digas a nadie que estoy viva, es mejor así — la señora asintió.

Con el corazón en la mano y dolor en el cuerpo, Valentina caminó hacia la casa de su familia biológica y entre más se acercaba más se asustaba. 

La lluvia se convirtió de llovizna a aguacero.

Estaba entrando en los barrios ricos de la ciudad, las casas lujosas a los lados de la calle la hicieron sentir muy pequeña hasta que llegó a la gran mansión de los Vadell, sobre la entrada había un hermoso caballo azabache en forma de emblema de la familia. 

la puerta estaba abierta ya que había una fiesta y Valentina entró

En el lugar la fiesta era enorme, con música fuerte y luces de colores. 

Sobre un escenario se encontraba una muchacha de su edad, con el cabello oscuro y dos señores a su lado, el hombre hablaba por el micrófono. 

— Que bueno que todos están reunidos para celebrar el cumpleaños de nuestra hija Ana Leticia — decía el hombre y Val sintió un escalofrío. 

Ella también estaba cumpliendo años ese día, entonces ella era… 

Esa muchacha sobre la tarima era la verdadera hija de sus padres, y la pareja que la acompañaba eran los padres biológicos de Valentina. 

— Muchas gracias por estar aquí — dijo  Ana Leticia, tenía un tono chillón y mimado —. Pueden dejar los regalos por allá — señaló una mesa —. Y ahora, aprovecharé para presentarles a mi novio Caleb, mi futuro esposo, eso espero — a la tarima subió un hombre muy atractivo y alto que le dio un beso a la cumpleañera —. Ahora el pastel — dijo y todos bajaron de la tarima.

Cuando bajaron la hija falsa captó la presencia de Valentina y su rostro pasó de la sorpresa a la rabia. 

— ¿Seguridad? — llamó — se coló una vagabunda a la fiesta — todos la voltearon a mirar, cuando sus padres biológicos la vieron, dejaron salir una expresión de tremendo fastidio que le rompió el corazón a Val. 

— Esperen — dijo Val —. Tengo que hablar con ustedes yo…

— No tiene nada que decir — intervino el hombre, el que era su padre biológico según lo que se había enterado —. Saquen a esta callejera de aquí — los guardias de seguridad de la mansión se la llevaron arrastrada y la tiraron a la calle en medio de la lluvia. 

Val se sentó en la acera, sentía que estaba muriendo y esperó que así fuese. 

Mientras la música de la fiesta de cumpleaños de Ana Leticia resonaba, Val sintió mareo. 

Esa era su vida, la vida que le habían arrebatado. 

En ese momento, un auto se detuvo frente a ella y un hombre alto y en traje se bajó de él. 

— Mira nada más, si es la mismísima Valentina Laszlo, o mejor dicho, Valentina Vadell — ella lo miró asustada. 

— ¿Usted cómo sabe eso? — el hombre se arrodilló frente a ella. 

— Yo sé todo sobre los Vadell, y puedo ayudarte, ¿quieres vengarte de ellos? — Val no estaba segura de aquello, había mantenido encerrados sus deseos de venganza —. ¿No quieres que todos aquellos quienes te han hecho daño paguen?  

Val cerró los ojos y vio el rostro enfurecido de su supuesto padre, de las veces que la tocó, de su madre golpeándola y la rabia en los ojos de sus padres biológicos y una rabia creció en ella. 

Ese hombre parecía conocerla, ¿siempre supo su identidad?

Cuando abrió los ojos miró al hombre con determinación. 

— Sí — él sonrió. 

— Genial — murmuró el hombre —. Eres la legítima heredera de todo lo de los Vadell, la heredera olvidada… Yo te ayudaré con tu venganza y tú con la mía, pero primero, tienes que casarte conmigo. 

Val no logró contestar, todo se oscureció y perdió el conocimiento.

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