Estaba metida en un harén, ese hijo de todos sus males la llevó a ese lugar después de todo. Anya apenas podía asimilar todo lo que ocurría. Zair jamás iba a cambiar en lo más mínimo y menos por ella. Estaba embarazada, aunque no sentía los cambios en ella, podía percibir que él le hablaba con mucha sinceridad.
La cadena en su pierna era el ejemplo claro de que estaba atada a un hombre que poseía un harén y que estaba dispuesto a todo por querer tenerla bajo su mando.
—¿Ya estás mejor? —Zair entró a la habitación con sigilo, como si esperara una mala reacción de su parte—. No puedes estar todo el tiempo enojada conmigo.
—Por favor, no quiero siquiera verte en este momento —declaró mirando hacia un punto fijo en la pared—. Me estás humillando de una manera que jamás pensé ver