Anya a duras penas podía llevar el ritmo de las cosas, el día anterior había hablado con el padre de sus hijos, logrando que su corazón latiera tan frenéticamente que no sabía qué podía hacer para calmarse.
—¿Está todo bien? —Sofía le pasó unas hojas—. ¿Le enviaste las fotos a Zair?
—Sí, se las envié hace un momento —susurró subiendo la mirada hacia ella—. Gracias por ayudarme en todo.
—Lo hago con gusto a pesar de que llegué tarde a salvar a tu padre de las garras de los Basary —la alfa tomó asiento a su lado en la cama—. Hay una reunión importante abajo, no te quedes sola.
—Tienes muchos hijos, de seguro que puedes estar bien sin mí…
—Lo estoy, pero te quiero como a una hija —Sofía tomó sus manos con cuidado—. Sé que lo extrañas, pero recuerda que estás aquí por tu propio bien.
—Este amor duele —sintió sus ojos arder—. ¿Estoy loca? ¿No tengo la autoestima alta? ¿Qué me ocurre?
—Son destinados que se aman, eso es lo que pasa —la alfa le dio un leve apretón—. Si hubiese sido diferente