La chica no le respondió, solo se quedó en silencio, mirando la pared de metal delante de ella. Jessica le dijo que había estado con ella en una misma habitación, mas no la recordaba. Hacía años, por un error, se quedó atrapado en una habitación con una hermosa mujer, pero, según recordaba, ella podía hablar. Anya no podía hacerlo. Ya habían pasado diez años y, según tenía entendido, Anya tenía unos veintiocho años a lo mucho. Por lo que no era posible que fuera ella, a menos que hubiese tenido algún tipo de accidente en el transcurso de esos diez años, que le hubiese quitado el habla y que, por azares de la vida, fue a parar a su oficina para conseguir trabajo.—Puedes tomar asiento en donde gustes —señaló los asientos que estaban delante de su escritorio—. Te haré unas preguntas, y espero que puedas responderlas.—Lo haré.—Bien. —Ambos tomaron asiento—. Me dijiste que estás aquí porque la paga es buena y porque aquí están las cosas necesarias para realizar tu trabajo. —Sí, aquí es
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