Anya abrazó la almohada debajo de ella con tranquilidad. Olía a Zair y todo a su alrededor se sentía en paz. Su cuerpo no tenía ningún tipo de dolor. Sin embargo, una de sus piernas se sentía pesada cuando la movió, por lo que abrió los ojos súbitamente y se dio cuenta de que algo no andaba bien y de que esa no era su habitación o la de su hijo. Se le hacía familiar, mas no sabía de dónde. Bajó la vista hasta su pierna y se percató de que tenía una cadena pesada sostenida contra su tobillo. Entonces recordó que Zair liberó una gran cantidad de feromonas para dejarla noqueada.
—No, no —sollozó, y observó su tobillo—. Me hizo esto… No puede ser.
—Sí, sí puede ser. —Zair salió del baño con una toalla envuelta alrededor de su cintura—. ¿Qué tal dormist