Anya observó el rostro de Zair lleno de frustración. Sabía por qué se lo decía, y la cuestión era que no quería perderse mucho de la fiesta de su hijo. Tuvo que durar muchos días pensando en si regresar o no. Hasta Sofía le dijo que tenía su avión privado para que se marchara en cuanto quisiera de ser necesario. Después de durar toda la noche, salió a escondidas sin decirles a todos. Durante el camino de regreso pensó en las entradas de la manada de su alfa. Sin embargo, todas fueron olvidadas de inmediato en cuanto pisó Nueva Zelanda.
—Supe que Zaid no te la ha dejado fácil —comenzó a decir en cuanto su alfa la dejó sobre la cama—. Te dije que no vamos a tener sexo.
—Déjame tocarte. —Besó su mejilla y luego su cuello—. Ese mocoso me ha hecho gastar una fortuna desde que lo conocí. Como sabe que es mi heredero, se aprovecha de eso.
—Puedes echarle la culpa a tu madre de eso. —Se encogió de hombros—. Ella nos separó durante muchos años, pero ahora estamos juntos, como se debe.
—Y nadi