19. Sólo mía.
—Dime, ¿cómo hago para aguantar la tentación de ir y matarlo para que seas solo mía?
Mi corazón se hundió.
Dejé caer mi cartera a los pies de la cama.
Entendía muy bien lo que Máximo estaba sintiendo, porque me lo había expresado en muchas ocasiones, me lo había dicho. Pero cada vez que bebía, además, las cosas se salían un poco de control. Su melancolía aumentaba hasta un punto de lograr ser un poco enfermiza.
Se puso de pie con la botella de vodka en la mano y le dio un último trago.
—Sé que no debo hacer esto —me dijo—. Sé que prometí que no iba a volver a hacerlo. Pero ¿cómo puedo hacerlo? ¿Cómo puedo prometer no declararte mi amor cuando eres lo único en lo que pienso todo el tiempo?
—Máximo, de verdad lo siento —le dije.
Ya no sabía cómo expresar con palabras la gratitud que sentía por el hombre, porque me había salvado prácticamente la vida, porque me había abierto los ojos, había salvado mi carrera y me había dado un propósito. Pero yo no podía agradecerle de la forma en la q