176. La Voz que Rompe el Mundo.
— Santiago — dije, acumulando todas las fuerzas de las que podía ser media en ese momento — , porque no podía moverme, no podía hablar más allá que el par de palabras. Era como si algo me tuviera fuertemente atada, pero no había nada: estaba completamente inmovilizada solamente por la orden de aquel hombre, por la orden que me había dado a través de una grabación. El control que él podría llegar a tener sobre todo el mundo era absurdamente impresionante.
Al ver que nadie dijo nada, o que al menos nadie podía decirlo, el abuelo prefirió sentarse nuevamente en su asiento.
— Es una tristeza que esta sea la primera y última reunión familiar — dijo — , pero lamentablemente ustedes se han interpuesto demasiado en mi camino.
Cuando comprobó que, en efecto, iba a terminar hablando solo porque nadie más podía hacerlo, se aclaró la garganta y dijo en un tono de voz extrañamente diferente:
— Pueden hablar.
Y aquella orden fue un golpe completamente profundo en mi organismo. Era un extraño to