Isabella Romano.
Camino a paso firme por los pasillos de la clínica, mientras sostenía un ramo de lirios blancas. Según la florista, esto significaba ´´Flores de almas puras´´.
Mis guardias que me cuidaban las veinticuatro horas del día me veían extrañados por llevar un ramo de flores, pero no habían preguntado nada aun.
Me detengo en medio del pasillo y miro a mis guardaespaldas.
—Esperen aquí—ordenó
—Claro, señora Mancini.
Mancini…
Un apellido que jamás me perteneció.
Camino hacia la habitación de Giulia y trago grueso al leer el cartel en la puerta.
Giulia Mancini-Romano.
Entró a la habitación y me encuentro a mis padres hablando con Giulia que yacía acostada en la cama.
—Giulia—la saludo
—Hermana—sonríe hacia mí.
—¿Cómo estás?---preguntó
—Me encuentro cansada y todo me duele, pero ignorando eso, estoy bien—responde
—Está de maravilla, Isabella—habla mi madre felizmente—. Los doctores planean vigilar unas horas más, si todo sale bien, podrian darle el alta en dos dia