Un corazón destrozado

El viento nocturno azotaba los árboles como si advirtiera que algo terrible estaba por suceder. Corrí sin mirar atrás, con el corazón latiendo al borde de estallar. El camino de tierra, iluminado apenas por la pálida luz de la luna, nos conducía a la libertad. Y allí, en el punto acordado, me esperaba Dorian. Su silueta recortada contra la oscuridad me llenó de una esperanza frágil, casi imposible.

—Isis… —susurró, extendiendo sus brazos hacia mí.

Corrí hasta él y nos fundimos en un abrazo desesperado, como si nuestras almas hubieran encontrado un último refugio. Sus labios buscaron los míos con la urgencia de quien sabe que el tiempo se acaba.

—Ya está, amor mío —dijo con un leve temblor en la voz—. Partimos juntos, nadie podrá detenernos.

Pero apenas dio un paso hacia el bosque, un rugido ensordecedor quebró la ilusión.

—¡Deténganse, malditos traidores!

El alfa Marcus apareció con una decena de guerreros armados. El resplandor de las antorchas reveló su rostro deformado por la ira. Nos rodearon como lobos hambrientos acorralando a su presa.

Dorian se adelantó, tratando de cubrirme.

—No permitiré que le ponga un dedo encima, Marcus.

—¿Qué dijiste? —la voz del alfa retumbó como un trueno—. ¿Creíste que podías poner tus sucias manos sobre mi prometida y salir impune?

—Ella y yo nos amamos desde hace mucho tiempo —respondió Dorian, con el pecho erguido y los ojos encendidos de furia—. Fue usted quien se interpuso entre nosotros.

Marcus soltó una carcajada amarga.

—Yo soy tu alfa, perro. Cuando la elegí, debiste arrodillarte y apartarte. Pero preferiste desafiarme.

—¡Por favor, alfa! —suplicaba yo con lágrimas quemando mis ojos—. No lo lastime. Haré lo que usted quiera, pero déjelo vivir.

Dorian sacudió la cabeza con violencia.

—No, Isis. No supliques por mí. Prefiero morir antes que perderte.

—No, amor, no digas eso —lloré, aferrándome a él—. Prefiero que te vayas, que sigas vivo, aunque me quede sola.

La mirada de Marcus se endureció como el acero.

—¿Te atreves a llamarlo “mi amor” delante de mí? —se acercó de un salto y me abofeteó con tal fuerza que caí de rodillas.

—¡Isis! —Dorian rugió, luchando contra los guerreros que lo sujetaban, pero sus puños fueron recibidos con espadas y golpes brutales que lo hicieron sangrar.

El alfa, con el rostro enrojecido por la furia, levantó la espada de plata.

—La preferiste a ella antes que tu manada… y ahora voy a mostrarte cómo me deshago de la basura.

—¡No! —grité, arrastrándome hasta él—. ¡Se lo suplico, déjelo vivir! ¡Me casaré con usted si es eso lo que quiere!

Marcus me miró con desprecio.

—Ya no me interesas. Estás manchada. Le abriste las piernas a ese infeliz. Ahora morirán los dos.

Los guerreros hundieron sus puños y espadas en Dorian una y otra vez, desgarrando su cuerpo mientras yo gritaba hasta romper mi voz.

—¡Corre, Isis! —rugió Dorian entre jadeos de dolor—. Escapa ahora que puedes… Te amo. Todo lo que vivimos fue un regalo. Y si muero, lo haré feliz, porque te tuve a mi lado.

La espada de Marcus brilló bajo la luna antes de atravesar el pecho de Dorian. El grito se ahogó en mi garganta.

—¡NOOOOO!

Me lancé sobre él, intentando detener la hemorragia con mis manos temblorosas, usando hasta la última chispa de energía para curarlo.

—Resiste, por favor… déjame salvarte…

Pero antes de que pudiera hacer más, un tirón brutal en mi cabello me arrancó de su lado. Marcus me levantó a la fuerza y su puño chocó contra mi rostro una y otra vez.

—¡Mírame, maldita! —vociferó mientras me arrastraba por el suelo. Me asestó un corte en el brazo con su espada, luego otro en la pierna. El dolor me atravesaba, pero lo peor era ver a Dorian tendido, agonizando.

—Pensándolo bien —dijo con una sonrisa cruel—, no voy a dejar que mueras tan rápido. Serás la esclava sexual de mi manada. Te degradaré hasta despojarte de tu orgullo, y tus padres… ellos también pagarán. Se arrastrarán como esclavos, y todo por tu traición.

—¡No…! —jadeé, forcejeando inútilmente.

—Me cobraré con tu vida, Isis. —Su voz era un susurro venenoso cerca de mi oído—. Haré de ti un ejemplo para todos los que sueñen con desafiarme.

Sus hombres me sujetaron de pies y manos, arrastrándome entre risas hacia las mazmorras. El eco de las cadenas resonaba como la sentencia de mi destino, mientras atrás quedaba el cuerpo sin vida de Dorian.

Y mi corazón, partido en mil pedazos, ardía con un solo juramento, vengarme del alfa Marcus y hacerle padecer el peor de los infiernos.

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