Subí al estrado con las piernas temblando, cada paso era un peso insoportable. Sentía cómo mi mundo se desmoronaba mientras todos a mi alrededor aplaudían con entusiasmo. Dorian, entre la multitud, me miraba con un dolor tan profundo que me atravesó como una daga. Quise gritar, correr hacia él, pero mi padre apretaba mi mano con firmeza, obligándome a seguir adelante.
El alfa Marcus extendió su brazo hacia mí con una seguridad cruel. Me rodeó la cintura sin permiso, proclamando su victoria ante toda la manada. Sus dedos firmes sobre mi piel me hicieron estremecer.
—Hoy la diosa ha hablado a través de mí —declaró con voz imponente—. Isis, nuestra sanadora, será mi Luna. Juntos haremos de esta manada la más fuerte, la más temida.
Los vítores retumbaron como tambores en mi cabeza. No escuchaba palabras, solo el eco del dolor. Y antes de que pudiera apartarme, Marcus selló sus labios contra los míos en un beso frío y forzado. Temblé, sintiendo que mi alma se quebraba en mil pedazos.
Mis padres, en lugar de ver mi tormento, se mostraban dichosos. Mi madre abrazaba a la madre de Marcus, mientras mi padre sonreía con un orgullo que me resultaba ajeno.
—Siempre lo supe —dijo la madre de Marcus acariciando mi rostro con afecto—. Tú eras la Elegida, Isis, el corazón de una madre nunca se equivoca. Mi hijo no pudo haber hecho mejor elección. Pero dime, ¿por qué estás tan seria en este momento tan sagrado?
—Es la emoción… —respondió mi madre por mí, apresurada, ocultando la verdad.
La celebración continuó con banquetes y danzas. Yo me sentía atrapada en una farsa, una marioneta en manos del destino.
⸻
De regreso a casa, la rabia contenida estalló dentro de mí. Apenas cerramos la puerta, me giré hacia mi padre.
—¿Cómo pudiste hacerme esto? —mi voz era un grito de dolor—. No quiero casarme con Marcus, jamás quise esto.
Él, que nunca había levantado la voz contra mí, perdió el control. Sus ojos se encendieron con una furia que desconocía.
—¡Cállate, insensata! —rugió antes de abofetearme.
El golpe me dejó helada, más por la traición que por el dolor físico. Mi madre se interpuso de inmediato, empujándolo con desesperación.
—¡¿Qué estás haciendo?! Es tu hija —lo reprendió, pero él solo desvió la mirada con fastidio.
Me refugié en silencio, llorando hasta que toda la casa quedó sumida en la calma del sueño. Entonces tomé mi decisión: huir.
⸻
Corrí hasta la casa de Amira, buscando consuelo en quien creí era mi hermana de alma. Pero al abrir la puerta, la encontré transformada. Su mirada me atravesó con un odio feroz.
—Lo sabías… —escupió las palabras con veneno—. Te burlaste de mí, Isis. Siempre quisiste ser tú la Luna de esta manada.
—¡No! —negué con desesperación—. Amiga de mi corazón, ¿cómo puedes pensar eso? No sabía que Marcus me elegiría, te lo juro.
—Entonces renuncia al compromiso. Hazlo, Isis. Dile que no lo quieres, que no serás su Luna. Yo lo amo, y tú lo sabes.
Mis labios temblaban. —No puedo… Si rechazo al alfa, mis padres serían los primeros en pagar las consecuencias.
Amira, viendo que su furia no surtía efecto, suavizó el tono con astucia.
—Te entiendo, tienes razón. Tú nunca me harías algo así… Escúchame, hay una salida. Escapa con Dorian. Si te vas con él, Marcus me mirará a mí, y las dos seremos felices. Tú con tu guerrero, yo con mi alfa.
Sus palabras parecían dulces, pero algo en su mirada me inquietó. Aun así, la idea de Dorian fue la chispa de esperanza que necesitaba.
⸻
Corrí hasta la cabaña donde vivía. Toqué la puerta con desesperación.
—¡Dorian, por favor, abre!
Su voz llegó desde dentro, herida, amarga. —Vete, Isis. No quiero verte.
—No digas eso, te lo ruego —suplicaba entre lágrimas—. Yo no sabía lo que iba a pasar. Él me eligió, mi padre me obligó a aceptar.
La puerta se abrió con brusquedad. Su rostro estaba devastado.
—Entonces ve con tu prometido. Al final, yo no soy más que un simple guerrero. Tú eres la sanadora de la manada… mereces al alfa.
—¡No digas eso! —grité, aferrándome a él—. Te amo, Dorian. Estoy dispuesta a todo con tal de no unirme a Marcus. Incluso a escaparme contigo, si es lo que deseas.
Sus ojos se abrieron con incredulidad.
—¿Lo dices en serio? —susurró, su voz quebrada—. ¿De verdad te irías conmigo?
—Por ti haría lo que fuera. Eres el único hombre al que he amado y al que amaré.
Entonces me tomó en sus brazos con una fuerza desesperada, y nuestros labios se encontraron en un beso ardiente, sanador. La pasión nos envolvió hasta consumirnos, entregándonos por primera vez el uno al otro.
—Eres mía, Isis —murmuró contra mi piel—. Nadie volverá a apartarte de mí.
—Siempre lo soñé, mi amor… —respondí entre lágrimas—. Nos encontraremos al final del camino, lo juro.
—No me falles —me rogó—. Ve por tus cosas, y allí huiremos juntos.
—Te amo, Dorian. Solo quiero ser feliz contigo.
⸻
Me marché con el corazón palpitando de ilusión. Pero no estaba sola. Entre las sombras, Amira me seguía. Había escuchado cada palabra. Y con esa sonrisa envenenada que jamás había visto en ella, fue directo al alfa.
—Señor —dijo con falsa devoción—, sé que usted la eligió, pero Isis no es digna de estar a su lado. Está manchada… es la amante de uno de sus guerreros. Piensan escapar juntos.
Los ojos de Marcus chisporrotearon con furia.
—¿Qué demonios dices? Si me estás mintiendo, te arrancaré el corazón con mis propias manos.
—No es mentira —replicó Amira con una reverencia—. Puede verlo con sus propios ojos. Ellos se encontrarán al final del camino de la manada.
Marcus no esperó más. Llamó a sus guerreros, y la cacería comenzó.