Rey Alfa Cael Donovan
Tuve que esperar. Esperar hasta que la maldita fiesta terminara. Hasta que los invitados se retiraran, hasta que las risas se apagaran, hasta que incluso los murmullos desaparecieran.
Tuve que acompañar a Amaya, sonriendo con esa máscara perfecta de rey, de prometido, de líder, cuando por dentro estaba hirviendo.
No podía dejarlo ver. No podía dejar que nadie sospechara. No podía correr tras Ava como quería.
Cada minuto, cada paso a casa con Amaya, cada palabra vacía intercambiada fue un tormento. Porque lo único que quería era asegurarme de que Ava estaba bien.
Amaya finalmente entró en su casa, con su sonrisa triunfal, dándome un beso en la mejilla, marcándome como su posesión.
Y yo… me aparté tan rápido como pude.
Volví a la casa de Madam Merrie.
La noche estaba silenciosa, pesada, como si el mismo aire presintiera lo que iba a encontrar.
Empujé la puerta. El olor a velas apagadas, a hierbas, a madera vieja me golpeó. Y el vacío. El vacío donde debería estar