La confesión completa de Silas llegó en el tercer amanecer. Gael proyectó el informe final en la suite, mostrando un mapa de la ciudad donde los últimos puntos rojos que representaban a los remanentes de John se apagaban uno tras otro. La operación de contención había sido limpia, quirúrgica. Como extirpar un tumor cuyas metástasis ya se habían mapeado y eliminado.
"Es el final," anunció Gael, con su habitual falta de emoción. "Sin Silas, la estructura se desmorona. No queda nadie con la inteligencia o la fuerza de voluntad para reconstruir lo de John."
Félix, de pie frente al ventanal, asintió lentamente. Estiró los músculos de la espalda, sintiendo el leve tirón de la cicatriz en su costado. Ya no era un dolor punzante, sino un recordatorio sordo, casi familiar. Una parte más de su geografía corporal. Su mirada, sin embargo, no se posaba en el mapa de victoria, sino en Clara. Ella estaba arrodillada junto a la cuna térmica de Lucas, sus dedos acariciando la espalda del bebé mientras