La noche era profunda cuando Clara terminó de analizar la propuesta de Alba Torres. Las páginas estaban marcadas con anotaciones en rojo, no como una médica estudiando un protocolo, sino como una estratega identificando puntos débiles en un contrato de rendición. Cada cláusula, cada promesa de recursos ilimitados, estaba impregnada de la misma esencia: la sumisión disfrazada de oportunidad.
A la mañana siguiente, mientras Félix descansaba bajo los efectos del Zavicef, Clara pidió una videollamada con Alba. No desde la suite médica, sino desde su oficina como Directora Médica. El escenario era crucial: este era su reino, su territorio conquistado.
Alba apareció en pantalla desde su jet privado, impecable como siempre.
"Doctora Montalbán," saludó con su sonrisa calculadora. "Me alegra que el tratamiento esté dando resultados."
"Los recursos adecuados suelen dar resultados," respondió Clara, neutral. "Pero no he llamado para hablar de Félix. He llamado para darle mi respuesta definitiva