El mundo de Clara se redujo a un ciclo de dolor y al sonido de la respiración de Félix, un ritmo áspero y constante junto a su oído. Los minutos se estiraban, elásticos y crueles, hasta que el equipo médico irrumpió en la suite, dirigido por el Dr. Vendrell, cuyo rostro habitual de profesionalismo se veía crispado por la urgencia. Bajo las órdenes cortantes de Félix, que no se separaba de la cabecera de la cama, la habitación se transformó en una sala de partos de campaña.
Clara, aferrándose a la lucidez como a un salvavidas, guió al doctor entre jadeos. "Contracciones... cada cuatro minutos... duración cincuenta segundos." Su voz temblaba, pero su mente de médica no la abandonaba. "Monitor fetal... verifique la frecuencia cardíaca... de ambos."
Vendrell asintió, trabajando con eficiencia mientras sus asistentes conectaban a Clara a un monitor portátil. El sonido de dos pares de latidos pequeños y acelerados llenó la habitación, un recordatorio aterrador de lo que estaba en juego. Fél