Contra todo pronóstico, Gemma llevaba más de una hora en la misma sala que Sebastian sin discutir, sin desear que salieran rayos láser de sus ojos y lo evaporaran, que ella sintiera la necesidad de lanzar su taza de café contra la pared… o, mejor aún, contra su cabeza dura.
Tal vez su actitud relajada tenía que ver con lo sucedido el día anterior.
Sebastián se había disculpado con ella. Algo que le había hecho sentir admiración —solo un poco—, por él. No todo el mundo era capaz de aceptar que se había equivocado.
—Tus escalas son brillantes —dijo él, revisando el último documento con una expresión seria.
—Gracias… supongo.
—Lo digo en serio —Sebastian levantó la vista para sostenerle la mirada—. Estás haciendo un trabajo increíble. Y te agradezco por tomarte esto con tanta seriedad.
—Es muy serio para mí. Si tu investigación tiene éxito, ayudarás a muchas personas.
—Ayudaremos —corrigió él, sin apartar la vista de ella—. Y es lo que quiero. He trabajado en esto por bastante tiempo. So