La sala de observación era amplia, silenciosa y perfecta para el trabajo que desarrollarían en los próximos meses. Estaba equipada con toda la tecnología que él había solicitado —y por la que tanto había insistido—, y no podía evitar sonreír al ver cumplidas sus expectativas. Por fin lo tenía todo. Y no veía la hora de ponerlo a prueba.
Pasó las manos por las consolas, prácticamente acariciándolas.
Levantó la mirada y su sonrisa se ensanchó al ver a Gemma.
Ella estaba al otro lado del cristal, en el espacio destinado a los pacientes durante las sesiones terapéuticas. Caminaba con calma, inspeccionando los dispositivos con atención, y había en su rostro una expresión que a Sebastián le pareció cercana a la admiración.
Salió del compartimento de observación y se dirigió hacia ella con paso tranquilo.
—¿Te gustaría probar si los equipos funcionan? —preguntó, deteniéndose a unos pasos.
Ella lo miró de reojo, entrecerrando los ojos, y negó suavemente con la cabeza.
—Confío en que sí lo hace