Erik quedó pálido pidiéndome disculpas al tomar la llamada, para mi sorpresa no se levantó yéndose de la mesa, sino que colocó el alta voz con angustia.
—Hola— pronunció con suavidad y autoridad.
—Señor Erik, soy la maestra de Luna, la niña está con fiebre.
Pude ver como su expresión aliviada y alegre cambió a la de un hombre preocupado y angustiado.
—Ya voy para allá —dijo poniéndose de pie, mientras la llamada finalizaba.
—¿Erik en que viniste? — pregunté con rapidez.
—Caminando, no tengo más... discúlpame, debo correr— me respondió y con solo notar la postura de su cuerpo sabía era verdad.
—Vamos, pago y nos vamos —tomé su brazo impidiendo que saliera sin mí.
—Note que sus mejillas estaban coloradas esta mañana, pero me dijo que estaba bien… soy un idiota, porque no le tome la temperatura— me aclaro mostrándome su debilidad.
Erik era débil cuando de ella se trataba, él se volvía loco, era capaz de todo si solo una mota de polvo lastimaba a su hija y eso, eso sí que movía sentimient