Había estacionado recién. Cuando noté la camioneta de mudanzas estacionar detrás de mí, bajé del auto, trancando la puerta y recibiendo a Luna, que no perdió el tiempo en correr hacia mí y darme un abrazo.
—¡Mami Clara, las casas son muy grandes aquí! — me dijo con emoción mirando a su alrededor.
—Si lo son mi niña, pero es porque también tienen un jardín y una piscina.
Sus ojos se abrieron más grandes con mis palabras, pero no dijo nada, solo tomó mi mano y esperamos a Erik que venía a paso lento hacia nosotras.
—Bueno, bienvenidos a nuestro nuevo hogar— les dije a ambos apuntando a la casa que teníamos a nuestras espaldas.
Era una casa familiar muy moderna, de dos plantas, con una cochera donde entraban dos autos perfectamente y aún quedaba espacio. Una parrilla cerrada, un jardín espacioso y una piscina. Contaba con cuatro habitaciones, la de Luna, la matrimonial y dos de huéspedes, cada una con su propio baño.
Una cocina espaciosa con un comedor que miraba hacia el jardín, un pequ