CAPÍTULO TREINTA Y UNO

Mientras seguíamos allí, frente al ventanal, ambos parecíamos atrapados en un momento suspendido entre la incomodidad y la risa nerviosa. Erik se llevó la copa a los labios, tomando otro sorbo mientras me miraba de reojo. La tensión de la habitación seguía presente, pero al menos ahora estaba teñida de un ligero tono de humor.

—Bueno, ¿cómo sugieres que “plantemos evidencia”? —preguntó Erik, con un tono ligero, pero con una ceja levantada, dejando claro que seguía sintiéndose incómodo.

—Tal vez si…revolvemos las sábanas un poco y dejamos la champaña a medio terminar… —comencé, intentando sonar casual, pero incluso yo me sentí ridícula diciendo eso en voz alta.

—Ah, claro, porque eso grita "noche de bodas apasionada" —respondió con una risa seca.

No pude evitar reírme también. El simple hecho de admitir lo absurdo de la situación parecía alivianar un poco el ambiente. Tomé un trago de mi champaña y me acerqué a la cama, mirando el corazón de pétalos de rosas como si fuera un desafío im
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