CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

—¿Vamos a la sala un rato? — me pregunto y fui consciente de que aún estaba sobre la encimera.

Asentí ayudándola a bajar de la misma y la seguí sentándome a su lado, esta noche era muy parecida a la de nuestra noche de bodas, la poca Luz de la luna que entraba por la cortina, el silencio y la risa nerviosa de los dos. Pero ahora ocurría en este lugar llamado hogar.

Luego de platicar un poco más, volvimos a la habitación, no sabía el motivo, pero ella parecía algo torpe en la oscuridad, así que la tomé en mis brazos para subir las escaleras.

—Erik me voy a caer —susurro agarrándose de mí con temor, como si fuese capaz de lastimarla.

—No dejaré que te lastimes, confía un poco en mí— le dije e inicié a caminar dejando que ella se aferrará a mí.

Fue divertido entrar en la habitación como niños a escondidas, la deje tocar el suelo y ella solo dejó escapar una pequeña risa mientras caminaba hacia la cama quitándose la bata para meterse bajo las sábanas.

Cerré la puerta y fui a mi parte acos
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