William guarda un profundo rencor hacia su primo, Henrik. Finalmente descrube la oportunidad de vengarse cuando conoce a Atina, la mejor amiga de Henrik y de quien éste ha estado secretamente enamorado por años.
Leer másWilliam
“Tu primo es un idiota al que en cualquier momento se la van a robar. Y lo peor es que ni siquiera ha hecho su intento”
Reuben llevaba bastante tiempo hablando, su voz resonaba lejana, el habitual ruido de fondo de cada mañana, un murmullo repleto de lo que William consideraba eran tonterías, hasta que esa frase captó su atención en medio de toda la palabrería.
Era lunes, y como parte de una frívola rutina estaba presumiendo con sus amigos de sus aventuras del fin de semana. Ellos eran tres, Reuben, William y Stefan. Un año antes, Reuben, entonces el más tímido e inseguro de los tres, no conseguía salir con ninguna chica. Ni siquiera podía hablar con ellas. No fue sino hasta que regresó de sus vacaciones en el norte del país que todo eso cambió drásticamente y comenzó a hacer uso de su nueva “formula” como solía llamarla. Tenía una novia diferente cada par de semanas, y ciertamente, había dicho Stefan con un atisbo de envidia e incredulidad ante los nuevos encantos de casanova de su amigo, las chicas eran “una más bella que la anterior”.
Mientras toda esa plática conseguía a veces irritar a Stephan, quien se esforzaba por no demostrarlo, William simplemente lo ignoraba. Personalmente, hallaba poco interesantes las experiencias amorosas de su amigo, pero tampoco le importaba que hablara de ellas. De todos modos, él casi siempre estaba en su mente, repasando una y otra vez algunos asuntos. Eso volvía más tolerable la compañía de esos dos. Así había pasado casi toda la mañana en el instituto, y no imaginaba que sería justamente Reuben, quien le daría tan valiosa información.
“¿Qué dijiste?” preguntó, solo para confirmar lo que había escuchado.
Reuben estuvo a punto de señalar al frente, pero se encontró con la mirada reprendedora de William. Discreción. Ya habían tenido esa conversación muchas veces. Cuando hablara de Henrik, su primo, o cualquier tema relacionado a él, debía ser más cuidadoso. Por lo general, no hablaban de él. Sabían lo que provocaba en William, pero en aquellos intervalos en que alguien comentaba algo al respecto, se utilizaba gran hermetismo.
Reuben y Stefan conocían a William desde el tercer grado, y a pesar de ello, jamás se había atrevido a hacer ciertas preguntas. Todo lo que sabían era que dos años atrás, Henrik Chase, su primo hermano se había mudado a la ciudad, y también al instituto. A diferencia de ellos que iban en el último año, Henrik iba uno abajo, al parecer era ocho meses más joven que William. Decir que no eran muy cercanos era una atenuación a lo que en verdad sucedía. William y Henrik parecían evitarse con gran dedicación, al punto que raramente ocupaban el mismo piso en el instituto. Sus clases estaban en diferentes edificios dentro del complejo, lo que facilitaba la ausencia de roce entre ambos, pero a veces era inevitable.
Ese era uno de esos días. Y Reuben parecía haberse dado cuenta muy tarde de lo que había dicho. Examinó la expresión de William esperando encontrar molestia, y lo que vio lo tomó por sorpresa. Era un matiz de asombro y deleite. Volvió la vista al frente, donde a varios metros por delante de ellos iba Henrik, acompañando a una joven.
“La chica con la que estoy saliendo es bastante conversativa, y la mejor amiga de esa chica. Dice que Henrik ha estado enamorado de ella desde el día que la conoció, pero ella no lo sabe”
Enamorado. Que interesante.
William tenía los ojos clavados en su primo, quien sonreía ampliamente mirando a la chica hablar. Aunque no lo estaba viendo directamente, el resplandor que emanaba su rostro lo estaba quemando por dentro. Apretó los dientes, mientras una idea cruzaba por su mente. Su atención pasó a la joven, una muchacha de cabello oscuro y bastante largo, que al lado de su primo lucía bastante pequeña. Alcanzó a verla de perfil. Probablemente la había visto antes, pero no la recordaba. Era bonita, pero no el tipo de mujer que llamaban su atención. Al menos no hasta entonces.
Henrik
La clase había estado verdaderamente interesante, al menos para él. La profesora de literatura les había asignado un trabajo que debían realizar en pares. Henrik odiaba los métodos aleatorios que la señora Cornelia solía utilizar para escoger los equipos. En más de una ocasión había quedado atrapado con alguno compañero con el que no podía contar. En esos días, realizar un trabajo en equipo era mucho más una especie de castigo que una forma de apoyo.
Pero no esta vez.
El trabajo consistiría en elaborar una serie de poemas relativos a algún tema que ellos escogieran. Internamente, pedía no caer de nuevo con dos compañeros que le habían causado bastantes dolores de cabeza. Prácticamente cualquier otra persona estaría bien. No pudo creer el nombre que la profesora sacó de su bolsa siguiendo al suyo.
Atina Pier.
Podría pasar más tiempo con ella. La chica más inteligente y valiente que conocía, cuya sonrisa encerraba la belleza de mil soles. Recordaba a la perfección ese día que la conoció, él acaba de llegar y estaba buscando su clase en el inmenso edificio. Era temprano, y el lugar estaba desierto. Por ser el primer día había llegado una hora antes, de modo a llamar la atención lo menos posible. Había venido con su madre el día anterior a registrarse, y aunque el secretario del director le había ofrecido pasar a conocer su clase entonces, él había dicho que prefería hacerlo al día siguiente.
Sala 37 A.
Cuando finalmente la encontró, abrió la puerta esperando encontrar un salón de clases vacío. Pero en lugar de eso sus ojos vieron a un ángel, sentado justo al frente. Ella tenía el cabello suelto y parte de él caía sobre su rostro, como una cascada oscura en medio de una montaña de diamantes. Ella levantó los ojos hacia él y entonces supo que jamás olvidaría a esa persona.
“Creo que tendremos que vernos las caras bastante estas semanas” comentó Henrik, tratando de sonar natural.
Ella sonrió. Si tan solo supiera lo que causaba en él al mirarlo de esa manera. "Mira, esto se trata de escribir poesía, y sabes quempuedo tornarme particularmente intensa”
Henrik sabía que, si de literatura se trataba, pondría su alma en ello.
“Tengo todo mi dinero apostado en ello” respondió.
Esa mañana, caminaron juntos hasta la parada de su bus, y ella comenzó a contarle lo que planeaba hacer el fin de semana. Al parecer ella y Jessica iba a ir a casa de la abuela Park en la montaña. Sería el cumpleaños de la abuela de Atina, y lastimosamente Henrik se lo perdería, pues su madre y él estarían fuera de la ciudad.
“Jess está saliendo con un muchacho” dijo con clara preocupación en el rostro.
“¿Qué sucede?” inquirió sin apartar los ojos de ella.
“Hay algo respecto a él que no me agrada”
“Tú tienes buen ojo, así que, si lo dices, algo debe a ver por ahí”
“Quizás es solo mi prejuicio, pero se ve tan… superficial”. El muchacho no pudo contener la risa. Sabía bien a lo que ella se refería.
“Jess ha salido con chicos antes, confía en su criterio”
Jessica era la mejor amiga de Atina y también su vecina. Aunque eran bastante diferentes, ella había ayudado a Atina a adaptarse a vivir en el nuevo barrio, y desde entonces estaban juntas la mayor parte del tiempo. Ella, a diferencia de Atina era extrovertida, y con mucha experiencia en relaciones.
Henrik podía escucharla durante horas, pero apenas llegaron a la parada, el bus llegó.
“Nos vemos el lunes.
“Espero te inspires en la montaña para hacer poesía juntos el lunes”
Eso había sido demasiado obvio, se dijo a sí mismo. ¿Podría acaso no haberlo notado ya? Se dio un golpe en la frente, reprimiéndose por su descuido.
“No puedes continuar así, Henrik" resolvió viendo el bus alejarse . “Debes hacer algo al respecto”
Atina
La casa de la abuela era mi lugar favorito. Jess estaba encantada de ir siempre, ya que amaba visitar el lago, y que yo le tomara fotos durante horas. La ultima vez hizo varios cambios de vestidos en una sesión que me resultó interminable, pero que tendría un impacto mucho mayor a lo esperado. Jess era muy reconocida en las redes sociales, y gran parte de ello era probablemente atribuible a sus impactantes fotografías.
Y aquí estábamos de nuevo. Ella posando, y yo tomando las fotos. Pero si eso la hacía feliz, el ángulo incómodo en que estaba ubicada yo en el piso valía el dolor muscular.
“Ati… debo tomar esta llamada” dijo viendo su teléfono con emoción. Reuben. Por supuesto que era él.
Bien, un necesario descanso. Comenzaba a dormitar en la hierba cuando un grito me despertó.
“¡Atiiiiiiiii! No te imaginas… ¡Reuben está aquí!”
Me incorporé, confundida. “¿Qué quieres decir con aquí?” Nosotras estábamos a 300 kilómetros de la ciudad.
“No te lo dije porque no era seguro. Pero él viene a verme. Le comenté del lugar, y bueno, quiso conocerlo. Espero no te moleste. Ellos se quedarán en un hotel”
“¿Ellos?”
Aquello sonaba mal, muy mal.
“Un amigo lo acompaña. Eso es genial, así no estarás sola”
A veces me sorprendía que a pesar de todo el tiempo que pasábamos juntas, Jessica a veces actuara como si no me conociera en absoluto. ¿De qué hablaría yo con un desconocido? No es como si quisiera ser el mal tercio, pero en casos como este, preferiría estar sola. Además, se trataba de Reuben. Él no me agradaba, y no veía motivo alguno para asumir que sería diferente con su amigo.
Lastimosamente para mí, ellos llegaron en pocos minutos.
“Este es William Chase, hemos sido compañeros en el instituto desde el sexto grado y amigos desde entonces también” dijo Reuben presentando a su amigo. Este era un joven alto, pálido y de enormes y profundos ojos grises.
“¿Chase?” pregunté, sorprendida. Era el mismo apellido de Henrik.
“Mucho gusto” dijo sonriendo.
Ese apellido no era común en absoluto. “¿Conoces a Henrik Chase? Va en el segundo” En el momento en que terminé esa pregunta me sentí estúpida. Ellos eran estudiantes del tercer año, y aunque el instituto era un lugar inmenso, los estudiantes normalmente conocían a la mayoría de los otros. Yo era una excepción.
Él sonrió como si hubiese dicho algo obvio.
“Es mi primo”
“Oh” fue todo lo que pude pronunciar a modo de respuesta. No entendía cómo es que Henrik jamás lo había mencionado.“Puedo ver la confusión en tu rostro. Creo que mi querido primo es bastante reservado en los asuntos familiares”
Henrik siempre hablaba de su madre y sus abuelos. Más allá de eso, era cierto que no conocía a su familia extendida.
El primo jamás mencionado de Henrik y que sin embargo estudiaba en el mismo instituto se había convertido en una pieza de misterio de la que repentinamente quería saber más.
Ingresó a la sala, y halló una visión que no podía enamorarlo más: la mujer a la que amaba dormía plácidamente en el sofá con los brazos extendidos a ambos lados, y sobre éstos descansaban los dos regalos más grandes que había recibido alguna vez: Ariana y Walter, los mellizos que habían recibido cinco años antes.Al parecer habían estado viendo una película cuando todos se quedaron dormidos.Se acomodó en los brazos de su esposa, pero sin conseguir dormir en absoluto. En lugar de ello, la contempló. A sus ojos, Atina era la más perfecta de todas las mujeres del mundo, y cada día que pasaba solo podía amarla y admirarla más.En
AtinaMi vida había cambiado de diversas maneras en los últimos días. La boda de Verónica y Henrik se llevó a cabo en la playa, y fue tan mágica como la imaginé. Mi amigo y su esposa habían sellado su amor, rebozando de felicidad, ante todos nosotros como testigos de esa unión. La novia llevaba un sencillo vestido que emulaba la forma de una sirena y resaltaba su natural belleza, y Henrik también iba de blanco. Las damas de honor vestíamos de un turquesa suave y los padrinos del novio llevaban atuendos en el mismo tono.William tomó mi mano al momento de caminar hasta el altar, donde acompañaríamos a los novios, y susurró lo suficientemente bajo para que solamente yo lo escuchara “la próxima vez seremos nosotros”.Aunque estaba feliz con todo lo que estaba aconteciendo en mi vida, no querí
AtinaTodavía no acababa el café cuando Verónica pidió un postre para ambas. No tenía una pisca de apetito ese día, pero me reservé esa información.“Quiero que pruebes este pie. Es lo mejor que le ha pasado a este lugar. Henrik y yo venimos aquí como tres veces por semana. Todo por culpa de este pie” bajó la cuchara y tomó una gran bocanada de aire “sí, sé que debes estar pensando “¿cómo puede comerse todo eso unos días antes de la boda? Pero no sabes lo mucho que extrañaba este estúpidamente delicioso postre” y con eso se llevó una gran rebanada a la boca.No, eso no era en absoluto lo que estaba pensando.“Si te gusta, cómelo sin culpas”Ella parecía demasiado concentrada en los sabores de ese pie como para responder. Lo probé y terminé dándole la razón; esa cosa era exquisita.“Henrik estará aquí en cinco minutos” anunció, luego de leer unos mensajes en su teléfono. Seguimos comiendo en silencio, hasta que preguntó.“Ati
Atina Verónica Analía y Henrik MauriceHan decidido unir sus vidas ante Dios y el mundo.Sostuve la invitación apreciando cada detalle, posando los ojos sobre esos nombres una y otra vez. Una lágrima cayó, silenciosa. Henrik se iba a casar, y aunque no me sorprendía en absoluto que Verónica se convirtiera en su esposa-habían estado salido por los últimos cuatro o cinco años- era un recordatorio de cuánto tiempo había transcurrido desde nuestros años en el instituto.La boda se celebraría en nuestra ciudad, en dos semanas. Sería una ceremonia en la playa, durante el atardecer. Ya podía imaginar a Verónica, con esa gracia única que la hacía destacarse donde fuese, con un vestido bellísimo, y
AtinaEl deseó se salir de allí se disparó.“¿Dónde está Henrik?” pregunté, mirando a todas partes.“Él sugirió que tuvieramos una última cita… no me mires así, también me pareció extraño”Abrí los ojos tanto como era físicamente posible. Me puse de pie y lleve mis manos a la cabeza.“¿Qué está pasando?”“Henrik me llamó, me pidió que viniera y hablamos. Pero esa era una excusa. Realmente, quería verte, Atina. Y por eso estoy aquí”Sus palabras estaban calando en mí con fuerza. No dejé que mi rostro delatara la emoción que sentí cuando dijo que estaba allí por mí. No, yo no podía permitirme sufrir de ese modo de nuevo.“Yo vine a cenar con mi am
WilliamHenrik llegó cinco minutos después. No se mostró sorprendido de ver a Verónica, pero hallar a William en la sala era una historia distinta.“William estuvo haciéndome compañía, querido. En lo que llegabas” explicó Verónica.“Ya veo” dijo, sin mucho ánimo.Saludó a William extendiéndole la mano.“Henrik”“Bueno, creo que me voy. Mañana podemos hablar” dijo Verónica despidiéndose. Le dio un beso en la mejilla a Henrik y se retiró.Cuando estuvieron solos, fue Henrik quien rompió el hielo, tras un largo silencio.“Gracias por haber venido” dijo poniéndose todavía más serio.“Tú no hubieses llamado de no ser importante”“En eso tienes razón. Pero no deja de im
Último capítulo