Epílogo

 Ingresó a la sala, y halló una visión que no podía enamorarlo más: la mujer a la que amaba dormía plácidamente en el sofá con los brazos extendidos a ambos lados, y sobre éstos descansaban los dos regalos más grandes que había recibido alguna vez: Ariana y Walter, los mellizos que habían recibido cinco años antes.

 Al parecer habían estado viendo una película cuando todos se quedaron dormidos.

 Se acomodó en los brazos de su esposa, pero sin conseguir dormir en absoluto. En lugar de ello, la contempló. A sus ojos, Atina era la más perfecta de todas las mujeres del mundo, y cada día que pasaba solo podía amarla y admirarla más. 

 En

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