Kael
Esa noche el mar rugía como si supiera lo que estaba pasando dentro de mí.
El viento golpeaba los ventanales de la villa que Dimitri me había prestado, y cada ola que chocaba contra las rocas parecía recordarme lo mismo: Danae estaba viva… y yo había estado viviendo una mentira.
Me serví un vaso de whisky, aunque ya no sentía su sabor.
Seguía viendo su rostro, su confusión, esa forma en que me miró cuando le dije que era su esposo. Había terror, sí, pero también un brillo… un destello fugaz que me dio esperanza antes de que Dorian la alejara de mis brazos.
Dorian.
El bastardo.
La mano derecha de Anya.
Había fingido su muerte, le había robado su vida, su memoria… y ahora se hacía llamar su esposo.
Me pasé una mano por el rostro, intentando no destrozar nada.
Tenía que mantener la cabeza fría. No podía cometer el error de moverme sin saber cuánto sabía Anya. Si ella estaba detrás de esto, iba a pagar caro.
Pero si no… entonces había algo aún más oscuro.
Tomé el teléfono y marqué su