Capítulo 68
Desconocida

La ciudad brillaba como una joya podrida bajo la luz de la luna. Desde la ventana del ático que había tomado como guarida, podía ver las avenidas iluminadas, el murmullo de los coches, la risa de los que creían que eran libres. No tenían idea de lo que realmente movía esos cimientos.

El poder no se mostraba en las calles. El poder era silencio, era sombra. Y yo había aprendido a vivir en ambas cosas.

Apoyé la palma contra el cristal frío, como si pudiera arrancarle el pulso a la ciudad con mis dedos. Alguna vez la miré desde lejos, soñando con pertenecer. Ahora la contemplaba con el hambre de quien regresa por lo que le robaron.

Kael Montenegro.

El nombre era un veneno en mi lengua. El hombre que me había destruido y al mismo tiempo el único al que jamás había dejado de pensar. Había amado. Había odiado. Y ahora, cada fibra de mi cuerpo ardía con una sola misión: hacerlo pagar.

No iba a matarlo de inmediato. Eso sería un favor. Lo mío no era la misericordia. Lo m
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