Kael
El olor a metal quemado y lluvia se mezclaba en el aire. Era la madrugada, y yo no podía dormir. Desde que Danae había recuperado la memoria, algo dentro de mí se mantenía alerta. Era como si el universo me estuviera recordando que la calma nunca es gratuita, que siempre hay un precio por la felicidad.
Y cuando Matteo entró en mi oficina sin tocar la puerta, lo supe.
—Tenemos un problema —dijo con voz grave, el rostro endurecido—. Uno de nuestros contactos en el puerto desapareció. Los hombres que fueron a revisar encontraron rastros de lucha… y el sello de Dorian en una de las cajas.
El nombre bastó para que toda mi sangre hirviera.
—¿Estás seguro? —pregunté, levantándome del sillón.
—Totalmente. Y no es lo peor, Kael. Hay rumores de que alguien más lo respalda. Un hombre que da las órdenes detrás del telón. Nadie lo ha visto. Nadie sabe su nombre.
El hombre misterioso.
El que había movido los hilos incluso antes de que Dorian apareciera en nuestras vidas.
Miré por la ventana. L