Danae
El sonido de los pasos de Kael resonó en el pasillo antes de que la puerta se abriera. Sofía y Lucas estaban todavía en pijama, jugando en la alfombra de la sala con los bloques de colores. Apenas lo vieron, corrieron hacia él como si lo hubieran estado esperando toda la noche.
—¡Papi! —gritaron a dúo, y el eco de esa palabra me atravesó el pecho.
Kael se agachó de inmediato, abriendo los brazos. Sus hijos se lanzaron sobre él, envolviéndolo con abrazos y risas. La escena era tan natural, tan cálida, que por un instante me pareció imposible que hubiéramos estado separados cuatro años. Parecían llevar toda la vida con él.
—¿Qué hacen mis campeones tan temprano? —preguntó, besando la frente de Sofía y despeinando el cabello de Lucas.
—Construimos una torre más alta que tú —respondió Sofía con una sonrisa orgullosa.
—¿Más alta que yo? —Kael arqueó una ceja con fingida incredulidad—. Eso tengo que verlo.
Me quedé apoyada en el marco de la puerta, observando. Había algo