Mateo se aproximó a su hombre de mayor confianza y, con voz grave, le espetó:
—Roid, necesito que me consigas hasta el último detalle sobre un tal Alonso Fue el novio universitario de Valentina. Quiero saberlo todo sobre él y qué ocurrió exactamente entre ellos. Exijo ese informe en mi escritorio antes del amanecer. ¿Queda claro?
—Como ordene, señor -respondió Roid con una leve inclinación antes de retirarse.
El corazón de Mateo latía con fuerza mientras caminaba hacia la cocina, agarrando dos botellas de vino que estaba sobre una de las mesas y luego se encerró en su habitación. La sola mención de aquel nombre -Alonso- le provocaba un nudo en el estómago. Tragó el primer trago con avidez, luego otro, y otro más, hasta que las botella vacías rodaron por la alfombra. Sus dedos temblorosos acariciaron el marco de plata que contenía la foto de Valentina, diciéndole.
—¿Cómo pudiste rebajarte a estar con ese imbécil? -escupió, con la voz espesa por el alcohol-. Eres mía, Valentin