De pronto, Valentina emergió del baño envuelta en una bata de seda, aún con pasos vacilantes, y se sentó al borde de la cama, Mateo, al notarlo, se aproximó con cautela. —Valentina, ¿cómo te sientes? —preguntó con suavidad, y con una profunda preocupación. Ella, entre párpados semicerrados, lo miró y esbozó una sonrisa débil. Mateo comprendió que los efectos de la droga persistían, por lo que intentó calmarla mientras planeaba conseguir el medicamento discretamente para proteger su reputación. Cuando giró para marcharse, Valentina lo agarró del brazo con fuerza inesperada. Al volverse, sus miradas se encontraron: la de él, cargada de conflicto interno; la de ella, cargada de una dulzura que desarmó sus defensas. Los recuerdos de años de amor reprimido lo asaltaron, derritiendo su habitual frialdad. En ese instante, su corazón clamó en silencio por el afecto que siempre había anhelado de ella. Cautivado por su encanto, Mateo cedió a sus impulsos y dejó fluir toda la pasión conteni
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