Un Gran Amor Para Siempre.
Valentina sabía que este momento era inevitable desde aquel día en que la había visto acechándola. En ese instante, Mateo, con los ojos llenos de incredulidad, preguntó:
—Abuela, ¿qué haces aquí?
—Querido nieto, ¿por qué me han prohibido la entrada a tu casa? Yo solo estaba muy preocupada por ti. Cuando supe que estabas en el hospital, quise verte, pero esperé a que salieras para poder abrazarte. ¿Por qué me haces esto? —dijo con una voz cargada de una tristeza que parecía calculada.
Mateo, conocedor de la facilidad de su abuela para manipular con mentiras, respondió con firmeza:
—Como puedes ver, estoy perfectamente. Así que, por favor, abuela, es mejor que te vayas.
—Pero Mateo… —intentó protestar ella, pero Valentina la interrumpió de inmediato, alzando la voz con autoridad:
—Ya lo has escuchado. Será mejor que abandone nuestra casa —declaró con una frialdad que no admitía réplica.
—¿Después de todo lo que hice para defenderte, me pagas así, muchachita malcriada? —espetó