Valentina sintió de pronto un peso aplastante en el pecho, como si el aire le hubiera sido arrancado de los pulmones. Las revelaciones acababan de estallar frente a ella, una tras otra, dejándola al borde del colapso. El ataque de pánico la golpeó sin piedad, ahogándola en un mar de emociones contradictorias. Con dificultad, logró articular una petición de pausa a los ancianos antes de salir tambaleante, sosteniéndose apenas en sus guardaespaldas.
Al salir, entró al auto respirando agitadamente mientras se aflojaba los botones de la camisa y de inmediato su mano se aferró al pecho, como si intentara contener el corazón que amenazaba con estallar, gimiendo con un grito ahogado. Uno de los escoltas se acercó y le preguntó:
Señorita, ¿quiere que la llevemos a un hospital? —preguntó uno de los escoltas, inclinándose hacia ella con preocupación.
Valentina respondió cerrándole los dedos alrededor de la muñeca con fuerza desesperada. Cerró los ojos, intentando concentrarse en cada inhal