Mateo sabía que Valentina no podía seguir sola. Sus enemigos la acechaban, dispuestos a hacerle daño sin miramientos en cualquier momento. Sin dudarlo, tomó una decisión irrevocable y se dirigió a la majestuosa mansión de su abuela. Al cruzar el umbral, la anciana lo recibió con los brazos abiertos, sus ojos brillando de alegría.
—Mi querido nieto, ¿cómo estás? —preguntó con una sonrisa maternal.
—Abuela, estoy bien. Vine porque la situación se ha vuelto cada vez más peligrosa —confesó, bajando la voz—. Temo que descubran mi verdadera identidad. Por eso... creo que debemos acelerar los planes. Quiero casarme con Valentina antes de que sea demasiado tarde, y todo salga a la luz.
La matriarca estudió su rostro con esa mirada penetrante que siempre parecía ver más allá de las palabras.
— nieto mío, siempre apoyaré tus decisiones —respondió mientras le acariciaba la mejilla—. Si crees que es lo correcto, cuenta con mi bendición. Nuestra sangre nunca se ha equivocado.
El abrazo que co