Emil.-
Agradezco a mi princesa, si ella no estaría Nadia me habría despellejado vivo, antes de explicarle la presencia de Vera en esta casa, podía ver como el humo le salía de las orejas.
— ¡Es mi turno! –Lina entra dando salticos por mi despacho–. es hora de que esta princesa reciba un baño y se coloque un precioso vestido, aprovecha este tiempo para estar con tu esposa –comenta guiñándome el ojo con picardía –creo que dijo que iba a relajarse en tu jacuzzi.
Esas fueron las palabras mágicas, salte de mi silla como un resorte, salí de mi despacho escuchando la risita burlona de Lina, a veces esa mujer me desespera, si no fuera tan buena en su trabajo y el amor de Desmond…
(…)
Cerré la puerta de mi habitación con seguro sin hacer ruido, me quité mi saco y mi camisa, al igual que mis zapatos, quedando solo cubierto por mi pantalón.
Al asomarme la observo en el jacuzzi, viendo por la ventana con la mirada perdida, las gotas se deslizaban por su espalda desnuda.
— ¿Crees que no sé q