Nolan bajó del auto con el cuerpo tenso y los hombros cargados. El viaje desde la manada Oeste había sido largo, pero no era el cansancio físico lo que lo agobiaba, sino la información que traía consigo. Información que debía manejar con cautela, porque si no era tratada con inteligencia, podría encender una chispa imposible de apagar.
Apenas cruzó los límites del territorio, se encontró con Dean apoyado en la baranda del porche, comiéndose una manzana como si lo hubiese estado esperando.
—Mira nada más —soltó Dean con una sonrisa ladeada—. El héroe ha regresado de tierras lejanas. ¿Traes regalos? ¿O solo secretos?
Nolan soltó un bufido y se quitó la chaqueta hubiera querido darse una ducha primero, pero lo mejor era entregar la información inmediatamente.
—Solo cansancio, y una necesidad urgente de silencio.
—Ah, entonces sí traes secretos —bromeó Dean, siguiéndolo como un perro curioso—. Vamos, dime algo. ¿Qué pasa en la manada Oeste? ¿Siguen sin Beta o ya consiguieron a un loco que