El sol caía sobre los límites del territorio Norte, la batalla había durado más de lo que esperaban, pero había sido una victoria y eso era suficiente. El cielo se veía de color oro y escarlata los campos donde antes había reinado el caos. El aire olía a tierra húmeda y a sangre seca, pero también a esperanza. Los guerreros, exhaustos, patrullaban los alrededores, atentos por si algún enemigo osaba regresar. En el corazón de la manada, un murmullo comenzó a crecer, primero leve, luego poderoso, hasta volverse un clamor de celebración.
Ragnar llegaba.
Los lobos se apartaron para abrirle paso. Dean lo seguía, con la mirada firme y la espalda erguida, aún con rastros de la batalla sobre la piel. Cuando Ragnar cruzó la frontera, los guerreros se inclinaron, uno a uno, reconociendo lo inevitable. No solo era su Alfa. Al derrotar a Bertulf, se convertía en un Alfa superior por tener el territorio más amplio, Ahora Ragnar era su Rey.
El rugido del viento pareció responder al mismo tiempo qu