Capítulo 4

Lyra se inclinó, recogió las flores lo mejor que pudo y sin decir una palabra, cuando terminó su trabajo en lugar de quedarse a la boda, decidió irse por la puerta de atrás, no deseaba presenciar como Kael se casaba y marcaba a Sierra.

“Fue un error haber venido, debí quedarme en casa,” pensó. 

El aire del bosque le golpeó el rostro como un alivio. Caminó sin rumbo, solo para calmar el temblor de su cuerpo. 

Se detuvo junto a un árbol. Respiró profundo intentando sentir la naturaleza a su alrededor, eso la hacía sentir mejor, pero en ese momento se dio cuenta y abrió los ojos. 

No estaba sola.

Un olor dulce mezclado con sangre, unas imágenes pasaron por su cabeza, pero desaparecieron enseguida...

–Miren lo que tenemos aquí... —dijo una voz rasposa.

Lyra giró, pero antes de que pudiera reaccionar, una figura oscura la empujó contra el tronco.

–Una loba perdida... y sola —dijo otro vampiro –. Esto será divertido.

La respiración de Lyra se volvió agitada, comenzó a dolerle la cabeza, su cuerpo no se movía, sabía que debía correr, pero no podía hacerlo. 

–No será tan divertido, parece que es débil. 

Lyra logró reaccionar al sentir algo en su interior y en un impulso intentó correr, pero el vampiro la tomó del cabello y la arrojó al suelo, su espalda chocó contra las piedras y un gritó se le escapó. 

–Ni siquiera puede correr. 

–No –murmuró –. No… ayuda, por favor. 

Intentó levantarse cuando el vampiro la tomó del cabello y la golpeó, sintió el sabor metálico en su boca y estiró sus manos para arrastrarse, pero sintió las manos en sus piernas que la arrastraban afuera de los límites de la manada. 

–Ni siquiera puede hablar, que loba tan inútil. 

–Y aunque grite, nadie va a venir a salvarla, después de todo, hoy es la gran boda. 

La boda, los vampiros sabían que todos los lobos estarían concentrados en la celebración y aprovecharon el momento para acercarse y matar a unos cuantos lobos en la manada, nunca desaprovechan una oportunidad para hacer sufrir a los lobos.

Lyra cerró los ojos, iba a morir y lo sabía, sus padres murieron por los vampiros y ella ahora también lo haría, ahí se cerraba el ciclo, por más que intentó aferrarse al suelo, los vampiros la seguían arrastrando, cerró los ojos, era inútil pelear, no podía defenderse, no era nadie, ni siquiera tenía un lobo. 

El vampiro golpeo su mano e hizo que soltará una raíz a la que se estaba aferrando, Lyra gritó del dolor, sintió como su hueso se partía en dos, los vampiros rieron hasta que una ráfaga de aire movió los árboles, obligando a los vampiros detenerse cuando los rayos de luz se filtraron por los árboles, el suelo vibró y ni siquiera les dio tiempo de reaccionar cuando una figura enorme emergió de lo profundo del bosque. Un lobo grande y negro como la noche, tenía una cicatríz en el rostro y sus ojos brillaban intensamente. 

El lobo se lanzó sobre ellos con violencia que apenas se escucharon sus lamentos, cuando Lyra se dio la vuelta lo vio quitándole la cabeza al último, una violencia que nunca había presenciado o al menos no lo recordaba haberlo hecho. 

Cuando todo acabó ella temblaba, el lobo ni siquiera la vio a pesar de que ella estaba atenta a cada movimiento, se quedó quieta un momento antes de empezar a transformarse, ella se dio la vuelta sabiendo que iba a salir un cuerpo desconocido, su mente estaba en blanco y solo pudo cerrar los ojos y cuando los abrió un hombre estaba frente a ella. 

Lo observó con detenimiento. Era un hombre alto, imponente, con una fuerza salvaje que parecía brotar de cada centímetro de su cuerpo. Su pecho aún subía y bajaba con dificultad, y en su rostro una cicatriz, idéntica a la del lobo que la había protegido, le daba un aire aterrador. Sin embargo, lo que más la estremeció fue su mirada: profunda, intensa… como si pudiera verla por dentro.

—¿Piensas quedarte ahí todo el día? —preguntó él con voz grave, casi gutural.

Lyra parpadeó, saliendo de su trance. Se incorporó con torpeza, notando por primera vez que estaba cubierta de tierra, con los brazos llenos de raspones y el dolor punzante de su muñeca fracturada. Pero más allá del cansancio y el caos que acababan de vivir, había algo en aquel hombre que no podía ignorar.

Entonces sucedió.

Sus miradas se cruzaron una vez más y él se detuvo, paralizado. Sus pupilas se dilataron, los ojos se tornaron de un oscuro profundo a un rojo brillante, sobrenatural. Un temblor recorrió su cuerpo.

Lyra se acercó, dudando, pero algo dentro de ella la impulsaba a no dejarlo solo.

—¿Se encuentra bien? —preguntó, colocando una mano temblorosa sobre su brazo.

Él retrocedió de golpe, como si su contacto lo hubiera quemado. La respiración se le volvió irregular. Parecía luchando contra algo invisible… un instinto feroz que lo dominaba,su cuerpo cedió al colapso. Cayó de rodillas… y después de lado, inconsciente.

—¡Oye! ¡No! —Lyra se agachó de inmediato, su corazón palpitando con fuerza—. ¿Qué te pasa?

Y fue ahí, viéndolo tan vulnerable y humano, cuando lo supo: ese lobo… ese hombre… era su pareja.

Ni siquiera lo entendía como era posible, se supone que Kael era su pareja, lo había sentido antes, pero ahora este hombre frente a ella también lo era, no entendía nada, aunque no era el momento preciso para averiguarlo. Se  inclinó de nuevo e intentó auxiliarlo, abrió su camisa con sus dedos temblorosos, fue difícil hacerlo solo con una mano, pero se quedó totalmente paralizada cuando vio su abdomen, se encontró con una gran cicatriz rojiza a un costado, era grande y encendida, como si hubiera sido sellada con algo de magia o fuego. La herida parecía vieja, pero se notaba que no estaba curada del todo. 

—¿Qué es esto? —susurró, asustada—. Esto no es de ahora…

Pasos rompieron el silencio del bosque. Un grupo de lobos armados emergió de entre los árboles, Lyra como un reflejo cubrió al hombre y cuando levantó la mirada varias personas venían hacía ella

—¡Ragnar! —gritó un lobo corriendo hacía ellos.

Ragnar, repitió Lyra en sus pensamientos. Ese lobo en sus brazos era Ragnar, el cruel y despiadado Alfa que acababa con todos aquellos que se atrevieran a acercarse a su territorio sin importar si fuera de su propia especie, todos sabían sobre esa oscura y atemorizante manada. 

—Ragnar, soy Nolan —le habló el lobo al acercarse —. ¿Qué pasó? ¿Están heridos? 

—Aparecieron unos vampiros y él me salvó. 

Nolan miró la camisa de Ragnar y luego vio a la chica. 

—¡Tú hiciste esto! —exclamó alterado —. Intentaste hacerle algo. 

—No —contestó Lyra asustada. 

Detrás, otro grupo apareció. Kael, aún vestido con el traje  de su boda, con Sierra del brazo con su vestido largo. La sonrisa de ella se borró de inmediato al ver a Lyra.

—¿¡Qué demonios ha pasado aquí!? —exclamó Kael.

Lyra intentó explicar, pero Sierra intervino de inmediato.

—¡¿Qué le hiciste, estúpida Omega?! —gritó dando un paso al frente, los ojos llameando de odio—. ¡Lo atrajiste con tu olor, lo hiciste caer en una trampa!

—¡No! Yo no… ¡fueron los vampiros! ¡Él me salvó!

—¡Mentiras! Siempre estás en medio de todo. ¡Es tu culpa! ¡Seguramente estás aliada con los vampiros! —Sierra se volvió hacia los guardias—. ¡Deténganla! ¡Esta mujer ha atentado contra un Alfa! Llevenla a los calabozos y será ejecutada. 

Sierra miró a Kael inmediatamente, pero él no se atrevió a contradecir nada, al contrario, pidió que siguieran las órdenes de Sierra. Los soldados se movieron y sujetaron a Lyra para llevarla.

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