Capítulo 14

Decidida a no perder más tiempo, se incorporó con esfuerzo y recogió el desorden como pudo. Luego, se colocó lo que quedaba de su vestimenta —harapos aún manchados de sangre—, y salió del baño.

—¿Dónde está mi espada? —inquirió, apenas cruzó el umbral de la puerta.

Alec, recostado contra la pared con los brazos cruzados, alzó una ceja.

—Te molestas, finges irte, luego me obligas a decirte dónde hay un baño… y te atrincheras ahí por casi una hora. ¿No crees que merezco una explicación antes de responder tus preguntas?

—¿Dónde está mi espada? —repitió ella, ignorando su comentario. Ni siquiera se dignó a mirarlo.

No pensaba darle explicaciones a un ser inferior.

—Creo que ya te había mencionado que tienes un carácter encantador— Alec chasqueó la lengua antes de alejarse. Al cabo de unos segundos, volvió con la espada en la mano.

—¿Algo más, su alteza? —dijo, tendiéndosela con una reverencia exagerada—. No quiero que se diga que no sé tratar a una dama con delirios de grandeza.

Serethia
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