El alba apenas se insinuaba cuando un cuerno resonó en la puerta principal de la mansión.
La guardia Volkov se estremeció.
No por ataque.
Por sorpresa.
Daryan y Kaeli, aún con los primeros reflejos del sueño en los párpados, bajaron corriendo los escalones del balcón al jardín. A su alrededor, la manada comenzaba a despertarse, adivinando por el estruendo que algo importante ocurría.
—¿Quién…? —Kaeli alcanzó a preguntar, entre jadeos.
Un centinela, pálido y tembloroso, alzó la visera:
—Su… Su Excelencia, una visitante de los antiguos pactos… pide audiencia con el Alfa y la Luna.
Daryan intercambió una mirada con Kaeli. En sus ojos hubo un destello de reconocimiento.
—Que entre —ordenó él.
*
El guardia abrió las hojas de madera. A la entrada apareció una mujer de porte erguido, rostro cincelado, cabello oscuro cayendo en ondas suaves. Sus ojos eran profundos, del color de la tormenta antes de estallar, y sostenían la mirada de Daryan con una mezcla de nostalgia y resolución.
Kaeli la o