Capítulo 39

El amanecer tardó en llegar.

El cielo se tiñó de un gris mortecino, como si la luna hubiera cedido su luz a la sombra que acecha.

El jardín de lunas estaba cubierto de rocío helado. Las raíces se habían retraído, dejando un cantar de silencio que calaba los huesos. Las piedras lunares, que pocas horas antes vibraban con resistencia, ahora yacían inmóviles, como envueltas en una neblina de olvido.

Kaeli emergió de la cámara de raíces, envuelta en su túnica blanca manchada de tierra. La marca en su cuello latía con una frecuencia irregular. Daryan la esperaba en el umbral.

—¿Dormiste? —susurró él.

Kaeli negó, con los hombros rígidos.

—Pude cerrar los ojos, pero escuchaba voces. Voces tuyas… y no tuyas. Me gritaban que te alejara.

Daryan tragó saliva.

—Yo sentí lo mismo. Cada vez que pensaba en ti, mi mente vacilaba, como si otra presencia filtrara mis pensamientos.

El silencio se alargó entre ellos. Ni siquiera las raíces restantes se movían para consolar.

En el Salón de Piedra, el cons
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