Capítulo 30

La mansión Volkov amaneció con un aire extraño.

Las piedras lunares no vibraban. Los lobos guardianes se movían con cautela. Incluso las brujas de Elaren, que solían entonar cantos al alba, guardaban silencio. Algo había cambiado. Algo se había roto.

Lyara lo sintió al cruzar el corredor del ala norte.

El aire estaba más frío. Las sombras más densas. Y el fuego central del Salón de Piedra… apagado.

—¿Dónde está Maelis? —preguntó a una criada.

La joven bajó la mirada.

—No ha salido de su habitación. Nadie la ha visto desde anoche.

Lyara frunció el ceño.

—Llama a Tharos. Y que Luneth revise los límites.

*

En el jardín interior, Veyra caminaba entre las raíces encantadas cuando lo vio.

Un cuerpo.

Tendido sobre el altar de piedra.

No había sangre.

No había heridas.

Solo ausencia.

Era Maelis.

Su piel estaba pálida, casi translúcida. Los ojos abiertos, pero vacíos. La marca lunar que llevaba en el pecho… borrada.

Veyra retrocedió.

—¡Lyara! ¡Aquí!

*

El Salón de Piedra se llenó de murmullos.

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