Capítulo 23

El amanecer llegó con una claridad inusual.

Por primera vez en semanas, el cielo sobre Langyan estaba despejado. No había niebla, ni sombras, ni presagios. Solo luz. Una luz dorada que se filtraba por los vitrales de la mansión Volkov, tiñendo los pasillos de tonos cálidos y revelando detalles que la noche había mantenido ocultos.

Kaeli despertó temprano.

No por inquietud.

Por necesidad.

El fuego azul que solía arder en su pecho estaba tranquilo. No apagado. En pausa. Como si el día le ofreciera algo distinto: una tregua. Un respiro.

Se vistió con una túnica clara, el cabello recogido en una trenza baja, y salió al jardín interior sin escoltas. Los lobos guardianes la observaron desde la distancia, sin acercarse. El sol les incomodaba. A ella, no.

Daryan ya estaba allí.

Sentado bajo el árbol de lunas, con una copa de té en la mano y el rostro relajado. Vestía ropa sencilla, sin el manto de Alfa. Parecía menos líder… y más hombre.

—No pensé que vendrías tan temprano —dijo, sin mirarla.
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