El beso había terminado, pero su efecto aún vibraba en el aire.
Kaeli permanecía frente a Daryan, con los labios entreabiertos y el pulso acelerado. No era solo deseo. Era reconocimiento. Era memoria. Era algo que había estado dormido en ambos… y que ahora despertaba con fuerza.
Daryan la miraba como si la viera por primera vez. No como heredera. No como amenaza. Como ella.
—No sé si esto nos salva —dijo él, con voz baja—. Pero me hace sentir que aún hay algo que vale la pena proteger.
Kaeli bajó la mirada.
—No quiero que me protejas. Quiero que camines conmigo. Aunque el mundo se quiebre.
Daryan alzó la mano. Rozó su mejilla con la yema de los dedos.
—Entonces que se quiebre.
*
En el Salón de Piedra, los ancianos se reunían con urgencia. Varek hablaba con voz grave, mientras Maelis sostenía un mapa lunar que comenzaba a cambiar de forma. Las marcas del linaje Kalei se expandían por regiones que habían estado dormidas durante generaciones.
—Los clanes del norte han enviado emisarios —